Se pasaban el
día entero persiguiendo el amor, pero no era.
Cada vez que
lo alcanzaban se daban cuenta de que se trataba de un vaporcillo. El amor les
venía detrás, esperando a que pararan un momento para alcanzarles.
Por eso,
cuando dejaban de buscar, perseguir, acosar y escudriñar y se metían en la cama
resignados, el amor llegaba. Eso sí, hecho una pena.
Después de
tener el amor todo el día detrás, corriendo de un lado a otro quedaba hecho un
guiñapo y no había más remedio que hacerlo de nuevo cada noche.
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