Las manos de mi abuelo y mi abuelo tenían los mismos años.
Las manos de mi abuelo nunca dijeron adiós. Simplemente descansaron sobre su pecho. Y el tiempo se las llevó.
Cualquiera como tú y como yo tiene manos normales. Mi abuelo no. Sus manos cambiaban. Y la vida le dio tiempo para ser de todo. Fueron martillo para las nueces y algodones para los huevos de las gallinas. Pañuelo para sus ojos y también para los de mi abuela. Manos de amigo para tenderlas y de travieso para esconderlas. Manos inútiles para la guerra pero fuertes labrando la tierra.
Las manos de mi abuelo nunca dijeron adiós. Simplemente descansaron sobre su pecho. Y el tiempo se las llevó.
15 de octubre de 2010
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