Recuerdo aquella discusión como si hubiera sucedido hace minutos... Tú, tú solo te excusabas por seguir con tu vida, y yo te recriminaba que no esperabas. Pero, ¿qué ibas a esperar? Eres joven, atractivo, y simpático, el chico perfecto, y podrías tener a quien quisieras a tus pies si te lo propusieras... Pero de repente, apareció. Nuestras miradas que hacían un momento habían estado discutiendo, se pausaron, miramos atrás y ahí estaba el. Casi tan radiante como tú, se saludaron como si estuvieran disimulando que no se conocían sino de vista. Pero los tres sabíamos perfectamente que sí se conocían muy bien...
Y no te lo dije, pero pude notarlo. Pude notar el cruce de miradas que ustedes dos intercambiaron. Pude notar que eso era más que un simple "Hola, ¿cómo estás?" Sabía que era más que eso y no me equivoqué. Pero aparté mi vista de ese puente que se creó en ustedes y recordé todos los momentos bonitos que hemos vivido. Recordé "aquella vez que estábamos en la terraza de la casa de tu tía, sí, aquella noche que estábamos solos jugando con los perros, cuando de repente empezó a llover y entonces, salimos corriendo afuera, teníamos que cumplir un sueño, teníamos que hacer que esa lluvia fuera algo especial, y así lo hicimos. Dejamos de correr, te giraste hacía a mi, te miré a los ojos y lentamente nuestros labios se fueron acercando... ¿Lo recuerdas? Nos estábamos mojando y pudimos pillar un catarro, pero nada más importaba, nada más que nuestros labios fundiéndose en un cálido y apasionado beso. Un beso que duró lo bastante como para que mi pelo se rizara, y yo me estremeciera..."
Acto seguido al flash de ese recuerdo, el siguió su camino y tu, tú lo miraste entre asustado por si yo me percataba del asunto y con ganas de irte con el. Podías haberlo hecho, al fin y al cabo, ¿Qué pintaba yo? En ese momento solo fui un estorbo entre ustedes dos.
Dichosos mis ojos que se dieron cuenta de hasta el menor gesto.