31 de diciembre de 2015

Telestransportémonos a 2016.

          Que el 2015 ha sido un año de mierda se dice y se reconoce como algo tan normal. Pues así ha sido. Y no hay nada mejor que ser sincero con uno mismo para después serlo con el resto. Que el 2015 nos ha traído más que penas que alegrías, pues también se acepta y ya está. No hay de malo en reconocer las cosas, siempre y cuando, aprendamos de ellas. Y yo, ya tengo una masterclass en esto. 

       Así que agradecerle algo a éste año sería como darle las gracias a alguien que no ha dejado de darte patadas. Y como yo, por el momento, no soy masoquista, no voy a agradecer nada. Aunque no estaría siendo del todo sincero si no diría que de éste año me llevo algunos momentos que intentaré cuidar, mimar e incluso, recrear en el 2016. 

          Pero por suerte, después de lo malo, viene lo bueno. O al menos, eso nos dicen prácticamente todas las películas. Aunque también es cierto que a las pelis se les olvida recordarnos el pequeño detalle de que el hecho de que después de algo malo llegue algo bueno, va a depender en un 80% de los casos, de nosotros mismos. Porque claro, quejarse, culpar al mundo y decir lo mala que es la vida es muy fácil. Mucho más fácil que aprovechar lo malo para impulsarte a lo bueno. Mucho, pero mucho más fácil. Te lo digo yo, que no he hecho otra bendita cosa en éste maldito año. Y como resultado, aquí me tienes. Intentando a última hora irme de aquí con un buen sabor de boca.

          De modo, que a ti, 2015, tan solo quiero decirte que nunca debiste haber venido. Porque me diste el caramelo y luego me lo quitaste. Porque conseguiste hacerme la persona más infeliz e impotente. Porque no me concediste ni una sola bendita tregua. Y absolutamente nada de lo que te pedí me lo diste. Así que adiós, siento decir que no fue un placer. 
Y a ti, 2016, que llegas con una mano delante y otra detrás, no te voy a exigir mucho, tan sólo que no seas muy ruidoso y que me devuelvas, al menos, la sonrisa permanente. ¡Bienvenido! 

5 de noviembre de 2015

Bienvenidos, veintidós.

              Alguien a quien creí conocer una vez, me enseñó a no decir adiós. Decía que era una palabra muy fea de la que no sabemos ni lo que va a durar. Así que, desde entonces, nunca volví ni tan si quiera a susurrarla. Pero hoy es un buen día para romper con esas viejas promesas del pasado y escribir: Adiós. 

              Adiós, veintiuno. Adiós de la forma más grande y contundente que se pueda. Adiós, con gritos y a los cuatro vientos. Adiós, para siempre. Y es que, que curiosa la vida que cuando menos quieres algo, más intenso te lo da. Porque claro, quizás todo lo mal que me has tratado se deba a que yo no te pedí que vinieras. Ya que nunca me han gustado los impares y tú eras más impar que ninguno. Pues bien, ya me la has devuelto. Yo no te quería y tú despecho me golpeó donde más me dolía. Mi peor año, el más dañino. Mi cicatriz para toda la vida. Porque los que creen que la esperanza es lo último que se pierde no la habían depositado en ti. Y qué decepción me he llevado. Aunque mirándolo por el lado positivo, ese que todo el mundo cree que las cosas deben tener, si algo he aprendido de ti, es que las leyes de Murphy son ciertas, ya que si algo puede salir mal, saldrá peor. Gracias.

            Y, por fin, bienvenidos veintidós. Bienvenidos de la forma más grande y calurosa que se pueda. Bienvenidos, con flores y las manos abiertas de par en par. Bienvenidos, mientras tanto. Este año, queridos veintidós, tenéis doble trabajo porque pienso pediros todo lo que a los veintiuno se les olvidó y más. Este año quiero que esté cargado de alegría, de sueños y metas, de estancias en hoteles, en vez de hospitales, de viajes programados, no de urgencias. De navidades en familia, no a kilómetros. De festivales y conciertos. De Madrid, de mucho Madrid. De sorpresas e ilusión. Sobre todo de ilusión. De salud, de muchísima salud y de amor. Y por supuesto, ser como aquellos. Como aquellos que ya no están pero han dejado su legado en obras, vestidos, libros, esculturas, en museos y nombres de calles, en definitiva: llegar lejos. Eso pido este año. 

              Por último, quiero agradecer a todas y cada una de las personas que conocí en un momento u otro de éste caótico año y que se han convertido en un trozito de mi. Porque los lugares en sí, no valen nada, lo que vale son las personas que lo habitan. Y Madrid no es tan genial porque esté llena de Museos 0 se pueda salir de fiesta de lunes a domingo (qué también jeje) sino por las personas que allí viven. Así que, gracias. También, a los que siempre han estado, y que siguen haciendo lo imposible, mil gracias, por todo lo bueno incluso cuando todo estaba patas arribas. Por saber qué decir o qué hacer en el momento adecuado.

Post Data: 
La ventana que siempre se abre cuando se cierra una puerta ya no está tan cansada, porque al final, le estamos haciendo un poquito de caso. Un poquito. Que ya es algo, ¿no? 

20 de octubre de 2015

Ponerse en lo peor.

            Que a ver si puede venir alguien a indicarme en el mapa, por dónde va a salir todo bien. Porque yo ya me cansé de estar a tientas, chocándome siempre, no con la pared, si no conmigo mismo. Y es que, al final, tengo más morados de los golpes que yo mismo me doy que los que la vida me da. Que esa es otra, porque mi vida, definitivamente, no sabe que es lo que está haciendo conmigo. Y luego pasa que me pierdo. Como ahora. 

          Perdido, sin sentido y casi sin aliento. En ésta habitación en la que yo mismo decidí meterme. Pero al menos ya he dejado de esperar a que lleguen las cosas buenas, y en vez de quedarme quieto, he aprendido a ponerme en lo peor para ahorrarle trabajo al tiempo. Que el pobre, está cansado de poner a cada uno en su lugar. A todos, menos a mi, claro. Que de mi siempre pasa, pero haciendo ruido, ¿cómo no? 

             Porque es que, a lo mejor, y sólo a lo mejor, los tiempos que corren sólo están tratando de huir de mi, y yo aquí corriendo detrás de la tormenta, cuando debería ser al revés. Aunque lo bueno de tocar fondo es que ya solo puedes subir. Eso para quien sólo lo haya tocado. Porque yo no sé en que momento decidí acampar, pero aquí sigo, y ahora mírame. Pero lo triste no es tocarlo o acampar, si no sentir el vacío. Ese que te cala como el frío en invierno, sin abrigo.


15 de octubre de 2015

Otra vez tú

¡Otra vez tú, 15 de octubre! 

         Éste año tenía la esperanza de que no llegaras, y menos haciendo tanto ruido, pero es que yo ya no sé como decirle al dichoso calendario que detesto el otoño y que odio todos los 15 de octubre. Pero parece ser que el que vive de esperanzas, se muere de desilusiones. Porque me temo que año tras año voy a tener que acordarme de que te lo llevaste. Y que ya son cinco, los años que hace que no lo veo, aunque parezcan diez.

         A veces me gustaría llamarlo. Contarle como me ha ido el día y que él me cuente qué noticias han salido en el periódico. Otras solo quiero esconderme porque después de tanto tiempo aún no me he hecho a la idea. Porque, desde entonces, la escala de grises tiene una tonalidad más oscura. Y otras, lo que más deseo es escuchar su voz llamándome. Y es que, sólo quien lo ha vivido sabe lo difícil conoce lo difícil que es echar de menos a alguien que sabes que no volverá.

          Pero precisamente por eso, y por todo lo que nos quedó por hacer, seguiré escribiéndole, ya sea en su cumpleaños o en todos los 15 de octubre. Esté dónde esté. Con menos o más palabras, pero siempre escribiéndole. Porque haciéndolo es la única manera que tengo de sentir que me ves, que me oyes y que estás esperándome en la cocina con una manzanilla dulce, antes de irnos a dormir. Como siempre.


14 de septiembre de 2015

14 de septiembre

          Cinco años se cumplen hoy. De que pronunciáramos esa pregunta que a muchos, hoy en día, les cuesta decir: ¿Quieres salir conmigo? Pregunta, a la que te respondí con un no. Y pregunta, que después, habiéndolo pensado mejor y sin nervios, te hice yo. "Sí, claro que quiero... aunque te acabo de hacer la misma pregunta y me hayas rechazado." Así que, entonces pasó: todos los catorces se hicieron nuestros. Y entonces no lo sabíamos, pero íbamos a ser dos locos enamorados viajando todos los meses para vernos. Porque es lo que tienen los amores a distancia, te enseñan a dormir para soñar y a despertarte para hacer realidad tus sueños. 

         Así que, siento decirte que he ganado. Que he cumplido. Que al final, cuando te decía que yo te quería más, tenía razón. Y ojalá no tenerla. Porque yo sólo sabía quererme cuando me querías tú, y desde entonces, se me da divinamente destrozarme. Aunque lo que está claro, es que a mi no ha venido nadie a darme un premio por la intensa labor de quererte de lunes a domingo, de doce de la mañana a doce de la noche. De dos mil diez hasta dos mil qui... Por la ardua tarea de contar, mimar y besar todos tus lunares. Por aún, estar dedicándote lo mejor que sé hacer: recordar y escribirlo. Y es que ahora lo sé, que la mayor locura que puedes cometer por amor, no es darlo todo por esa persona, sino acordarte de quien eras antes de que todo eso empezara. Y que lo increíble no es morir de amor, sino después parecer vivo. 

        En fin, supongo que gracias, porque me he convertido en la prueba viviente de que se puede tener clarísimo lo que hay que hacer y seguir equivocándote. Porque lo que soy es lo que queda después de todo lo que he perdido en cada sitio en el que lo hicimos, en cada abrazo que ya no nos damos. Y ahora, donde hubo fuego quedan cenizas de la mano que puse por ti.

Post data: ¿lo adivinas? 




31 de agosto de 2015

¡Felices veinticinco, tú!

          Hace mucho tiempo que no hago algo por primera vez, y como no, ya tenías que venir tú oliendo a Bleu de Chanel para romperme los esquemas, otra vez. Así que, aquí va mi primera felicitación en tu cumpleaños: 
¡Felices veinticinco, tú! 

           Aunque si te digo la verdad, me hubiera gustado estar ahí, contigo. En Corazón o en cualquier otro lugar, como si es comiendo hamburguesas caseras mientras vemos "Aquí no hay quién viva". Y entonces me acuerdo de todo eso y me pregunto ¿Cuánta imaginación es necesaria para recordarlo como si fuera ayer? o... ¿cuántas veces más me hubieras hecho un hueco en tu cama cuando ya me había ido? Probablemente nunca lo sabremos, pero al menos prométeme que recordarás las tardes de invierno por Madrid. Que puedes contar conmigo. 

         Y sí, sí, ya lo sé, el tiempo ha pasado después de la última vez que nos vimos pero no las ganas. Mis ganas han crecido y eso que tampoco les has dado de comer. Y es que aprenderemos a base de hostias, pero no olvidamos ni una sola caricia. Y tú me acariciaste el alma, porque yo sólo pretendía darte la mano pero tú me agarraste el corazón y entonces supe que ya estaba todo perdido, que aunque el tiempo pasara y los pájaros dejaran de cantar, yo, el de entonces, ya nunca lo olvidaría. Ya nunca olvidaría el invierno de 2015. Y gracias. 

        Y ahora, ya sólo puedo decirte que espero que seas muy feliz, que te mereces todo lo bueno que la vida pueda darte y que ha sido un verdadero placer conocerte, tú. 



Post data: Perdón por confundir el timbre de tu voz con el del amor llamando a mi puerta, pero es que siempre he sido más de pensar mucho, que de pensar bien. 

12 de julio de 2015

Ahora qué más da.

Que me muero por verte. Por abrazarte y volver a sentir tú olor con el mío. Que aunque el tiempo haya pasado, las ganas no. Mis ganas han crecido y eso que tampoco las has alimentado. Y es que mi marcha fue como un hundirme un cuchillo en el estómago y, ¿te puedes creer que aún no me lo he sacado? Pues verás, aquí va a seguir hasta que no vengas tú a quitármelo, porque lleva tu nombre. Y jamás he odiado y querido tanto un nombre como el tuyo. Porque me acostumbré a vivir con él aquí, y claro, ahora todo son infecciones que intentan matarme. Hasta que al final, haya que cortar por lo sano y no será hasta entonces, que consiga dejar que me cosan la herida. Y después, con suerte, cicatrizará, y entonces aprenderé un montón de cosas del amor. Porque así es:

Te haces daño, te curas mal la herida, cicatriza de vieja en vez de sana y aprendes del amor.

-Entre amores que mueren y amores que rematan-

27 de abril de 2015

Ahora ya lo sé

          Comenzó bien, comenzó con un eclipse de luna. Y aquella noche, en tu coche, mientras intentábamos ver una luna que se escondía se me quedó algo.

          Ha pasado más de un año después de aquel eclipse, y nos ha dado tiempo a echarnos alguna que otra noche más, a las espaldas. Noches de esas, nuestras. De comida china, de peli al azar del momento, y de empezar en el sofá y terminar en la cama. De despertar a tu lado y volver a empezar. E íbamos en busca del amor, pero como nunca terminamos de encontrarlo, al final, teníamos que hacerlo nosotros. Y así nos fue. 

         Tampoco fue largo, pero ya sabes lo que dicen "...si breve, dos veces bueno." Dejaste señal y huella y aunque ahora ya no somos los mismos, espero que algún día terminemos lo que empezamos. Porque aquello, tan solo fue el prólogo.

          Yo pretendía darte la mano pero tú me agarraste el alma. Y gracias. 

¡Felices veintidós! 


- Polonia -

11 de abril de 2015

Su historia.

          Te voy a contar la historia de como el tiempo lo cambió todo. De como se esfumó todo lo que tenía. La historia que cambió mi vida. Te voy a contar la historia por la que aún, a día de hoy, no consigo dormir.

          Un caluroso septiembre. Dos personas. Y nada más.
Ésta es la historia de dos personas que se conocieron un caluroso septiembre del año dos mil diez. Casi sin saberlo, empezaron a quererse desde que se presentaron. Y entonces, sucedió. Se enamoraron. El tiempo les sabía a poco y siempre querían más. La distancia que los separaba era grande. Más eso no fue un impedimento para su amor. Se querían allá y aquí, en la cama y en el muro de la cocina. Se querían en el sillón y en la ducha. Dormidos y despiertos. Así que por las noches se soñaban para por el día hacer realidad sus sueños. Hasta que se fueron llenando de idas y venidas. De besos a escondidas y de noches inolvidables. De escapadas nocturnas y mantos de estrellas. De canciones y demasiados recuerdos. Tantos, que al final, se convirtieron en un arma de doble filo. Pero duró lo que duran las cosas bonitas, lo suficiente para ser recordadas. Así que un día, casi sin darse cuenta, pensaron que ya no se querían. Y entre sollozos y lamentaciones se sorprendieron el uno al otro despidiéndose. Más uno lo consiguió, decir adiós, pero el otro no. Y fue éste el que prometió que se quedaría ahí, sin moverse, al lado de su hasta luego.


        Ésta no es una historia con final feliz, pero fue su historia y así fue como se perdieron mutuamente. 

10 de febrero de 2015

-Tú-

Tú!

         Se podría decir, prácticamente, que fuiste la última persona con la que pasé el último día del año dos mil catorce. Y también con quién empecé el dos mil quince. Aunque quizás fue aquella copa de mas la noche de reyes o tus abrazos posteriores, los que me hicieron sentir bien en los que fueran mis primeros reyes sin estar en casa. Y así me di cuenta de que eras diferente.

         A día de hoy, tampoco puedo decir que te conozca del todo; ni si quiera sé cual es tu color favorito o a donde vas cuando necesitas tranquilidad. Pero por ejemplo, sé que cuando tienes sueño, no paras de tocarte el pelo, haciéndote ondulaciones. O espera, eso nunca hay que darlo por hecho. Contigo aprendí a que no hay que dar por hecho cuando alguien tenga sueño. Gracias.

También aprendí que puedo comer beacon, cebolla y demás cosas que no me gustan si el que me las prepara eres tú. Aunque si hay algo que nunca supe, fue hacer croquetas. O saber qué se te pasaba por la cabeza. Porque creo que siempre pensabas más de lo que me contabas. 

         Por "Bleu" de Chanel que siempre me recordará a ti, por el Rita al que no fuimos, por la noche que no dormimos juntos, por las croquetas de ajo, por tus abrazos, por los no-besos, por el vino y los ferreros. Por tu misticismo, por mi obviedad. Por tu calidez, y por lo adorable y odiable que puedes llegar a ser a la vez. 

       Gracias, tú.