Te voy a
contar la historia de como el tiempo lo cambió todo. De como se
esfumó todo lo que tenía. La historia que cambió mi vida. Te voy a
contar la historia por la que aún, a día de hoy, no consigo dormir.
Un caluroso
septiembre. Dos personas. Y nada más.
Ésta es la
historia de dos personas que se conocieron un caluroso septiembre del
año dos mil diez. Casi sin saberlo, empezaron a quererse desde que
se presentaron. Y entonces, sucedió. Se enamoraron. El tiempo les
sabía a poco y siempre querían más. La distancia que los separaba
era grande. Más eso no fue un impedimento para su amor. Se querían
allá y aquí, en la cama y en el muro de la cocina. Se querían
en el sillón y en la ducha. Dormidos y despiertos. Así que por las noches se
soñaban para por el día hacer realidad sus sueños. Hasta que se fueron llenando de
idas y venidas. De besos a escondidas y de noches inolvidables. De
escapadas nocturnas y mantos de estrellas. De canciones y demasiados
recuerdos. Tantos, que al final, se convirtieron en un arma de doble
filo. Pero duró lo que duran las cosas bonitas, lo suficiente para
ser recordadas. Así que un día, casi sin darse cuenta, pensaron que
ya no se querían. Y entre sollozos y lamentaciones se sorprendieron
el uno al otro despidiéndose. Más uno lo consiguió, decir adiós,
pero el otro no. Y fue éste el que prometió que se quedaría ahí,
sin moverse, al lado de su hasta luego.
Ésta no es
una historia con final feliz, pero fue su historia y así fue como se
perdieron mutuamente.
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