20 de octubre de 2015

Ponerse en lo peor.

            Que a ver si puede venir alguien a indicarme en el mapa, por dónde va a salir todo bien. Porque yo ya me cansé de estar a tientas, chocándome siempre, no con la pared, si no conmigo mismo. Y es que, al final, tengo más morados de los golpes que yo mismo me doy que los que la vida me da. Que esa es otra, porque mi vida, definitivamente, no sabe que es lo que está haciendo conmigo. Y luego pasa que me pierdo. Como ahora. 

          Perdido, sin sentido y casi sin aliento. En ésta habitación en la que yo mismo decidí meterme. Pero al menos ya he dejado de esperar a que lleguen las cosas buenas, y en vez de quedarme quieto, he aprendido a ponerme en lo peor para ahorrarle trabajo al tiempo. Que el pobre, está cansado de poner a cada uno en su lugar. A todos, menos a mi, claro. Que de mi siempre pasa, pero haciendo ruido, ¿cómo no? 

             Porque es que, a lo mejor, y sólo a lo mejor, los tiempos que corren sólo están tratando de huir de mi, y yo aquí corriendo detrás de la tormenta, cuando debería ser al revés. Aunque lo bueno de tocar fondo es que ya solo puedes subir. Eso para quien sólo lo haya tocado. Porque yo no sé en que momento decidí acampar, pero aquí sigo, y ahora mírame. Pero lo triste no es tocarlo o acampar, si no sentir el vacío. Ese que te cala como el frío en invierno, sin abrigo.


15 de octubre de 2015

Otra vez tú

¡Otra vez tú, 15 de octubre! 

         Éste año tenía la esperanza de que no llegaras, y menos haciendo tanto ruido, pero es que yo ya no sé como decirle al dichoso calendario que detesto el otoño y que odio todos los 15 de octubre. Pero parece ser que el que vive de esperanzas, se muere de desilusiones. Porque me temo que año tras año voy a tener que acordarme de que te lo llevaste. Y que ya son cinco, los años que hace que no lo veo, aunque parezcan diez.

         A veces me gustaría llamarlo. Contarle como me ha ido el día y que él me cuente qué noticias han salido en el periódico. Otras solo quiero esconderme porque después de tanto tiempo aún no me he hecho a la idea. Porque, desde entonces, la escala de grises tiene una tonalidad más oscura. Y otras, lo que más deseo es escuchar su voz llamándome. Y es que, sólo quien lo ha vivido sabe lo difícil conoce lo difícil que es echar de menos a alguien que sabes que no volverá.

          Pero precisamente por eso, y por todo lo que nos quedó por hacer, seguiré escribiéndole, ya sea en su cumpleaños o en todos los 15 de octubre. Esté dónde esté. Con menos o más palabras, pero siempre escribiéndole. Porque haciéndolo es la única manera que tengo de sentir que me ves, que me oyes y que estás esperándome en la cocina con una manzanilla dulce, antes de irnos a dormir. Como siempre.