Que a ver si puede venir alguien a indicarme en el mapa, por dónde va a salir todo bien. Porque yo ya me cansé de estar a tientas, chocándome siempre, no con la pared, si no conmigo mismo. Y es que, al final, tengo más morados de los golpes que yo mismo me doy que los que la vida me da. Que esa es otra, porque mi vida, definitivamente, no sabe que es lo que está haciendo conmigo. Y luego pasa que me pierdo. Como ahora.
Perdido, sin sentido y casi sin aliento. En ésta habitación en la que yo mismo decidí meterme. Pero al menos ya he dejado de esperar a que lleguen las cosas buenas, y en vez de quedarme quieto, he aprendido a ponerme en lo peor para ahorrarle trabajo al tiempo. Que el pobre, está cansado de poner a cada uno en su lugar. A todos, menos a mi, claro. Que de mi siempre pasa, pero haciendo ruido, ¿cómo no?
Porque es que, a lo mejor, y sólo a lo mejor, los tiempos que corren sólo están tratando de huir de mi, y yo aquí corriendo detrás de la tormenta, cuando debería ser al revés. Aunque lo bueno de tocar fondo es que ya solo puedes subir. Eso para quien sólo lo haya tocado. Porque yo no sé en que momento decidí acampar, pero aquí sigo, y ahora mírame. Pero lo triste no es tocarlo o acampar, si no sentir el vacío. Ese que te cala como el frío en invierno, sin abrigo.