Tú disparaste primero. Pero yo te seguí. Me olvidé de que ya no estaba delante de una diana, sino delante de la persona con la que había compartido innumerables noches y mañanas. Y bueno, lo siento, de verdad que lo siento. Siento mi torpeza. Siento mi ignorancia y mi idiotez.
Me enseñaste a no decir adiós y ahora mírame. No puedo decírtelo. Y mira que lo he intentado, Dios sabe que así ha sido. Pero de una forma u otra venías a mi mente, como cuando no aceptas que lo que estás tratando de olvidar es lo que siempre vas a recordar. Y ahí va otro error.
Sin embargo, ahora estoy a kilómetros de la zona de guerra y ya no soy aquél inexperto chico que solía coger barcos. Ahora soy de aviones. Y claro, lo bueno de apuntar alto es que no sabes dónde aterrizarás. Pero has de saber, que ni si quiera los kilómetros ni los aviones te sacan de mi caja negra.
Además, no sabes lo que odio que me sigan creciendo éstas ganas, que como sigan así no me van a caber en ningún lado. Y es que yo no sabía quererte sin salirme de la raya. Y al final, lo de escuchar lo que nunca decías me pasó factura. Pero es que me da que estoy consultando las cosas con la almohada equivocada.. Sin embargo, aquí me tienes, que no sé que venda de los ojos ponerme ya
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