31 de diciembre de 2014

Por todo.

            Por los que se fueron y los que llegaron. Por los que se irán y por los que llegarán. Por todas las promesas, incluso las rotas. Por las veces que esperaste la llamada que no hiciste. Por esas miradas furtivas mientras caminabas. Por todos los amores. Por los cafés que se enfriaron. Y las veces que llegaste tarde a la cita. Por los trenes que perdiste. Y los que ganaste. Por las ventanas que se abrieron cuando se cerró una puerta. Por las veces que fuiste a por pan y no había. Por esas margaritas deshojadas; aunque ellas nunca tuvieron la culpa. 

          Por todas las veces que la realidad superó la ficción. Por todo el aire que dejamos correr entre nosotros. Por todos los amaneceres. Por todas las cervezas. Por todos los incautos, que llevamos el signo de caín. Por todas las veces que te perdiste, intentando encontrarte. Por todos los amigos de faceebook que no sabes que hiciste. Por todas las ocasiones en las que te escribí esperando más de la cuenta. Por todos los besos. Y caricias. Y mensajes antes de dormir. Por el cariño. 

          Por todos los errores. Y también por las soluciones. Por la velocidad del tiempo. Por las nuevas oportunidades. Y por las que no me diste. Por las estrellas que se apagaron y aún brillan. Por los disparos y el escape de las mariposas. Por las películas de madrugada. Por todos los 14. Por todas las fiestas entre amigas. Por las retiradas a tiempo. Por las noches reversibles. Por los nuevos comienzos. Por los finales. Por los principios. Por ti, por mi, y por ellos. 

           Porque este año ha dado mucho de sí, y por fin termina ya. Y no es que vayas a tener la suerte de que el 2015 te traiga lo mejor. Porque has de saber que tener suerte es que cuando se te presente la oportunidad estés preparado para ella. Y si se te hace cuesta arriba, tranquilo, es para el otro lado. 

¡Feliz año nuevo!


      -La Buhardilla del Pan-

25 de diciembre de 2014

Tú disparaste primero, sí.

          Tú disparaste primero. Pero yo te seguí. Me olvidé de que ya no estaba delante de una diana, sino delante de la persona con la que había compartido innumerables noches y mañanas. Y bueno, lo siento, de verdad que lo siento. Siento mi torpeza. Siento mi ignorancia y mi idiotez. 
         Me enseñaste a no decir adiós y ahora mírame. No puedo decírtelo. Y mira que lo he intentado, Dios sabe que así ha sido. Pero de una forma u otra venías a mi mente, como cuando no aceptas que lo que estás tratando de olvidar es lo que siempre vas a recordar. Y ahí va otro error. 
          Sin embargo, ahora estoy a kilómetros de la zona de guerra y ya no soy aquél inexperto chico que solía coger barcos. Ahora soy de aviones. Y claro, lo bueno de apuntar alto es que no sabes dónde aterrizarás. Pero has de saber, que ni si quiera los kilómetros ni los aviones te sacan de mi caja negra. 
         Además, no sabes lo que odio que me sigan creciendo éstas ganas, que como sigan así no me van a caber en ningún lado. Y es que yo no sabía quererte sin salirme de la raya. Y al final, lo de escuchar lo que nunca decías me pasó factura. Pero es que me da que estoy consultando las cosas con la almohada equivocada.. Sin embargo, aquí me tienes, que no sé que venda de los ojos ponerme ya

          En definitiva, mis puntos débiles siempre fueron tus suspensivos. Porque yo solo sabía quererme cuando me querías tú. Desde entonces, se me da divinamente destrozarme. Y ahora parece que cuando brillas por tu ausencia, brillas más.