12 de septiembre de 2018

Anotación de un domingo de resaca.

Hoy te vi. Supongo que, porque te buscaba, porque nadie ve si no está mirando. Y me dolió. Me dolió porque te vi hacer lo que, al principio tanto te costó conmigo ¿Te acuerdas, en el parque? Porque vi lo que siempre dije que no te dejaría ver. Lo que tú nunca verás, al menos si está en mi mano. Al menos, si te tengo algo de aprecio. 
Aunque tampoco puedo pretender que te comportes como yo lo haría contigo, porque no somos iguales. Nunca lo fuimos y quizás por esa misma razón, porque no vemos la vida igual, a día de hoy no seguimos juntos. Por eso, dejaste que viese cómo besabas a otro. Quizás porque no somos iguales, permitiste que eso sucediera. Y lo peor de todo, es que creo que, en el fondo no te culpo porque la vida pasa, el tiempo pasa y los amores cambian, pero jamás hubiera dejado que te formaras ese recuerdo de mi. 

Porque al final, A, somos recuerdos. Y esa imagen ya no la podré sacar de mi cabeza. Porque uno nunca olvida dos cosas: allí dónde fue feliz y allí donde le hicieron daño. Tú habías hecho sólo una cosa, lo curioso es que, desde anoche, las dos. 

En fin, supongo que gracias,
necesitaba otra perspectiva y desde luego, 
esta es otra. 


11 de septiembre de 2017

El dormilón.

No soy de esos que se abren en canal cuando conocen a alguien. Tampoco soy de esos con los que es fácil vivir sin alguna que otra discusión. Y mucho menos, no soy ese tipo de persona que está todo el día recordando lo bonito que es todo. Ya no soy ese. Pero lo fui.
No sé que pasó, si la vida o yo. El caso es que con el tiempo me fui haciendo hermético hasta la exageración. Y no me culpo. Culpo a la vida. Pero tampoco le pido todo lo que me ha quitado. Porque a veces, incluso sin pedir, te da más de lo que te quita. O ese es mi caso. De lo contrario, no estaría aquí, escribiéndote esto. 

Porque eres el perfecto ejemplo de que después de tocar fondo, hay una cama elástica. Porque eres el mejor ejemplo de que cuando una puerta se cierra, se abre una ventana. Porque sin lugar a dudas, la vida cambia de un momento a otro, casi sin darte cuenta. 

Casi sin darme cuenta. 


                                             Me has cambiado.  



                                                                                   La vida.


Y aún no sé como lo has hecho. Pero aquí estoy, escribiendo lo que jamás pensé que volvería a escribir. Algo bonito. Algo bonito como tú. Algo delicado y tierno como tú. Algo blanquito, rubio y de ojos azules como tú. Algo que al leerlo, sólo tú puedas sentir que va para ti. Porque es real. Eres real. Lo que tenemos es real. Los besos a oscuras, entre respiraciones forzadas en Canal 15 han sido reales. Los te quiero mucho más. Y que de la noche a la mañana te has convertido en algo que quiero cuidar, mimar y tapar por las mañanas antes de irme al trabajo, también. 
Pero, ¿quién me iba a decir a mi que después de aquel fatídico San Valentín, llegaríamos a esto? Y si alguien hubiera venido a decírmelo o gritármelo, tampoco me lo hubiera creído.
El caso es que mi cama rosa está encantada de que al caer la noche siempre vengas a mi encuentro. A reírnos entre besos. A oírte decirme que te chinas. A escucharnos a nosotros cumpliendo eso del amor. 

En fin, lo que quiero decir con todo esto es que no te vayas. 
Rápido, directo y ya.


24 de marzo de 2017

Ahora.

Ahora. Ahora es cuando más se acentúan mis recuerdos contigo. Cuando el vino me ha subido y pienso en que tú no hubieras dejado que eso pasara. En que tú hubieras estado a mi lado controlando esa extraña manía que tengo de evadirme de todo, desde que no estás. Desde que no estamos. Y por otro lado pienso... ¿Qué hubiera pasado si...? Si te hubiera dicho más veces te quiero. Si no te hubiera dejado ir. Si nunca hubiera pronunciado aquellas palabras que, desde entonces, no hacen más que clavarse en mi pecho.

Y lo siento. Siento haberte dejado libre. Siento no haber luchado más. Porque todo lo que teníamos era todo lo que necesitaba. Porque desde entonces no he vuelto a ser feliz. Y da igual con quién o en qué momento lo intente. La respuesta siempre será no. Porque tú eras todo síes. Y como lo echo de menos. A ti. Y a tú extraña locura que se complementaba conmigo. Porque el truco siempre fue buscar a alguien no con tus mismos gustos, sino con tus mismas ganas. Y tú ganas siempre tuviste. Cuando me ponía malo. Cuando me equivocaba. Cuando me caía. Cuando no recordaba los motivos por los que quedarme. Tú y tus putas ganas de hacerme feliz. Ahora lo sé.

Pero puedo prometerte, que jamás encontrarás alguien como yo, al igual que estoy seguro que nunca conoceré a nadie como tú. Porque todos somos únicos, inigualables, especiales de los pies a la cabeza. Que nadie te volverá a mirar con los mismos ojos, ni te sonreirá de la misma manera. Que nadie volverá a hacerte reír del mismo modo. Ni a hacerte llorar. Y tal vez, en algún momento, cuando creas que me olvidaste, alguien pasará a tu lado con mi perfume y durante unos segundos volverás tiempo atrás. Y pensarás. Pensarás en mí.

Pero también, que la culpa fue mía, por quitar la mano. Por dejar que te fueras. Y ahora me duele todo. Hasta los besos que ya no me das. 

Y no te confundas, que te deseo lo mejor. Aunque no sea yo quien lo vea.

3 de marzo de 2017

tú, putón

Ternura y magia. Tranquilidad y puede que seguridad. Muchos besos y también caricias. Miradas que desnudan y palabras que no se entienden. El inglés siempre fue mi talón de Aquiles. Y sobre todo, amor de imprevisto. De casualidad. Sin saberlo. 

Así fue como una noche cualquiera lo conocí. Bajo la música estridente y los haces de los focos. Entre las miradas de la gente y cierto olor a alcohol. Sin saberlo, sin haberlo planeado, allí estaba él, esperandome. Yo había llegado vestido para la ocasión, sin reparar mucho en la ropa. Porque aquella noche, era una noche cualquiera. Pero algo la hizo diferente. Rara, digo, especial. Puede que fueran las copas de más o el azul de sus ojos mirándome. O tal vez su sonrisa juguetona con la que se acercaba a mi cara.

El caso es que allí estaba yo, ajeno a todo lo que estaba por pasar. A todo lo que estaba por sentir. Y de repente pasó, no sé si la música se paró o fuimos nosotros los que la paramos. Pero de repente ya no estábamos encima de la tarima, ni había música, ni gente. De hecho, ya ni bailábamos, sólo nos fundíamos. Allí tan solo estuvimos nosotros. Y en aquel beso se me quedó algo. No sé el qué, pero desde entonces lo siento: él se quedó con algo de mi. Pocos días han pasado y ya parece como si nunca nos hubiéramos conocido. 

Por suerte, las fotos no mienten. Nos conocimos, bailamos, me besaste, te besé, bebimos, nos casaron, dijimos que sí, nos volvimos a besar, bebimos otra vez, nos sacaron fotos y la noche pasó de ser cualquier noche a ser especial. El taxi te recogió y en la despedida ya se olía la bienvenida: "I think you should come back to London with me por cierto!" sentenciaste. 

La noche efímera y el azul de sus ojos.

9 de febrero de 2017

Un día de mierda.

Un día te levantas por la mañana, abres la persiana y te tropiezas con la botella de Vermouth que tú solo decidiste beberte para dormir si no más acompañado, más calentito. Miras por la ventana y el día es gris, tú nunca amaste el gris, así que el cielo ya te dice que será un día de mierda, pero no como la canción de Sidonie, esa en la que la pizza está quemándose en el horno. No, tú día será un auténtico día de mierda. Entonces, te entra el frío y te pones la bata que cariñosamente tu madre te regaló hasta que reparas en que ¡Mierda! Tiene una mancha del café que te tomaste hace unos días. Así que con el pelo revuelto, con la bata manchada de café, un frío que cala y el color gris haciendo estragos en tu cara aún dormida, te decides a salir de la habitación. Pero como el día no tiene pinta de mejorar, con la misma que sales, vuelves a entrar y te quedas en la cama esperando sin esperanza, porque hoy no es ningún día. 

Y es que incluso después de tocar fondo descubres que había más. Incluso después de que se apaguen las luces te das cuenta de que hay más oscuridad. Aunque para oscuro, tu corazón. El mismo que lleva desconectado, muerto, seco, frío, hecho cenizas, añicos y pedazos, desde entonces. Desde que se olvidaron de él. Aunque aquí ya no importa quién fue el último, sino quien no volverá a ser el siguiente. 


Por eso, nos aferramos al dolor, porque a veces es lo único que nos queda. 

23 de enero de 2017

Dani "melancólico"

Siempre he sido de esos que piensan que hay cosas que no cambian. O que no deberían. Por eso hoy te escribo esto. Ya no sólo porque puedo, sino porque quiero.
Últimamente nos hemos olvidado de todo y en esta ocasión no busco, ni quiero encontrar culpables. En esta ocasión sólo hay víctimas, las de aquella amistad que ayer fue verdad y hoy Facebook nos tiene que recordar.

Pero si soy sincero, me acuerdo mucho de ti, probablemente mucho más de lo que crees. Cuando me vine a Madrid; cuando dejé el trabajo; cada vez que conozco a alguien; en navidad y en mi cumpleaños; cuando veo las fotos de tus hermanos o simplemente cuando alguien me dice “mi cielo”.  Cada vez que me he caído y levantado; cuando mi madre me pregunta por ti o Cinthia, Pedro, Bárbara…
Y no me acuerdo de ti porque me hagas falta, sino porque echo de menos todo eso que compartíamos. Esa clase de intimidad invisible. Todo lo que nos contábamos. Tan solo el hecho de saber que estas al otro lado del teléfono. Solo eso. Tener la seguridad de que estás aunque no te vea. Estar cuando te hiciera falta a ti o cuando tú a mí. Sólo estar. Solo “micielo’s team”.

Y si tengo que ser más sincero aún: no he vuelto a tener a un amigo como tú. Ni parecido. Por eso tengo que darte las gracias, porque aquellos años sin ti no hubieran sido lo mismo. De hecho, nada es lo mismo. No digo que ahora sea peor, ni mejor. Tan solo que no es igual. Así que, gracias. Por tener siempre un comentario tonto en los momentos que más falta hacía. O por haber llegado.

¡Feliz cumpleaños, Dani “melancólico”!

Espero que este año te traiga todas las cosas buenas que al año anterior se le olvidaron y sobre todo, que seas inmensamente feliz.
Que yo lo vea ya es cosa tuya.


¡Felices veintisei… cinco!

"Día de no bicis"
5 de septiembre de 2013

15 de enero de 2017

Te mereces a alguien que te quiera con el pelo revuelto.

Llego tarde, lo sé. Y siempre será así porque siempre merecerás que llegue antes. Pero pensar en cómo felicitarte, después de todo, era como intentar para la lluvia: no se puede. Sólo me quedaba hacerlo y no encontraba las palabras. Yo, que siempre lo tengo todo bajo control, ¿no? 

En cualquier caso, fuiste mi serendipia del 2016. Llegaste de imprevisto, sin hacer ruido pero haciéndote notar. Con esa risa ruidosa. Con esos ojos telescopio a la galaxia. Con ese nivel de ternura que no sabía que existía. 
Fue tu cumpleaños y créeme cuando te digo que nada de lo que hubiera hecho hubiera sido suficiente. Porque por si no lo sabes, mereces mucho más. Creo que eso es lo que te hace especial. Que abres el corazón a cualquier persona. Que no conoces la maldad. Y que a fin de cuentas, sólo eres un niño pequeño tratando de jugar a ser un adulto. Que por cierto, se te da fatal. 


Pero, JF,  te equivocas. No tienes que llamar la atención de nadie. No tienes que intentar hacer algo para agradar a otra persona. Porque, JF, te mereces a alguien que te quiera con el pelo revuelto. Alguien que aprecie todo lo que tú harías por él. Alguien que, mínimo, sea la mitad de atento que tú. Alguien que se muera por estar contigo. Que piense en sorprenderte lo mismo que tú pensarías en sorprenderlo. Alguien que pueda vivir sin ti, pero que prefiera hacerlo contigo. Que sea real. Puro. Intenso, como tú. Así que nunca te conformes con menos. Sea lo guapo que sea. 

Gracias. Por la intensidad que guardan aquellos días de septiembre. Por las noches en vela. Por las tonterías. Por perder las llaves de tu casa la última noche. Por el bocadillo que nunca asimilaré. Por el baño nocturno en la playa. Por hacerme sentir tan especial. Por parar a buscar mis gafas en mitad de la autopista. Por abrazarme en ese momento. Por conocer mis defectos y aún querer quedarte. 

Jamás me arrepentiré de nada. 


¡Feliz cumpleaños!