31 de agosto de 2015

¡Felices veinticinco, tú!

          Hace mucho tiempo que no hago algo por primera vez, y como no, ya tenías que venir tú oliendo a Bleu de Chanel para romperme los esquemas, otra vez. Así que, aquí va mi primera felicitación en tu cumpleaños: 
¡Felices veinticinco, tú! 

           Aunque si te digo la verdad, me hubiera gustado estar ahí, contigo. En Corazón o en cualquier otro lugar, como si es comiendo hamburguesas caseras mientras vemos "Aquí no hay quién viva". Y entonces me acuerdo de todo eso y me pregunto ¿Cuánta imaginación es necesaria para recordarlo como si fuera ayer? o... ¿cuántas veces más me hubieras hecho un hueco en tu cama cuando ya me había ido? Probablemente nunca lo sabremos, pero al menos prométeme que recordarás las tardes de invierno por Madrid. Que puedes contar conmigo. 

         Y sí, sí, ya lo sé, el tiempo ha pasado después de la última vez que nos vimos pero no las ganas. Mis ganas han crecido y eso que tampoco les has dado de comer. Y es que aprenderemos a base de hostias, pero no olvidamos ni una sola caricia. Y tú me acariciaste el alma, porque yo sólo pretendía darte la mano pero tú me agarraste el corazón y entonces supe que ya estaba todo perdido, que aunque el tiempo pasara y los pájaros dejaran de cantar, yo, el de entonces, ya nunca lo olvidaría. Ya nunca olvidaría el invierno de 2015. Y gracias. 

        Y ahora, ya sólo puedo decirte que espero que seas muy feliz, que te mereces todo lo bueno que la vida pueda darte y que ha sido un verdadero placer conocerte, tú. 



Post data: Perdón por confundir el timbre de tu voz con el del amor llamando a mi puerta, pero es que siempre he sido más de pensar mucho, que de pensar bien.