Que me muero por verte. Por abrazarte y volver a sentir tú olor con el mío. Que aunque el tiempo haya pasado, las ganas no. Mis ganas han crecido y eso que tampoco las has alimentado. Y es que mi marcha fue como un hundirme un cuchillo en el estómago y, ¿te puedes creer que aún no me lo he sacado? Pues verás, aquí va a seguir hasta que no vengas tú a quitármelo, porque lleva tu nombre. Y jamás he odiado y querido tanto un nombre como el tuyo. Porque me acostumbré a vivir con él aquí, y claro, ahora todo son infecciones que intentan matarme. Hasta que al final, haya que cortar por lo sano y no será hasta entonces, que consiga dejar que me cosan la herida. Y después, con suerte, cicatrizará, y entonces aprenderé un montón de cosas del amor. Porque así es:
Te haces daño, te curas mal la herida, cicatriza de vieja en vez de sana y aprendes del amor.
-Entre amores que mueren y amores que rematan-