Tú!
Se
podría decir, prácticamente, que fuiste la última persona con la
que pasé el último día del año dos mil catorce. Y también con
quién empecé el dos mil quince. Aunque quizás fue aquella copa de
mas la noche de reyes o tus abrazos posteriores, los que me hicieron
sentir bien en los que fueran mis primeros reyes sin estar en casa. Y
así me di cuenta de que eras diferente.
A
día de hoy, tampoco puedo decir que te conozca del todo; ni si
quiera sé cual es tu color favorito o a donde vas cuando necesitas
tranquilidad. Pero por ejemplo, sé que cuando tienes sueño, no
paras de tocarte el pelo, haciéndote ondulaciones. O espera, eso
nunca hay que darlo por hecho. Contigo aprendí a que no hay que dar
por hecho cuando alguien tenga sueño. Gracias.
También
aprendí que puedo comer beacon, cebolla y demás cosas que no me
gustan si el que me las prepara eres tú. Aunque si hay algo que
nunca supe, fue hacer croquetas. O saber qué se te pasaba por la
cabeza. Porque creo que siempre pensabas más de lo que me contabas.
Por "Bleu" de Chanel que siempre me recordará a ti, por el
Rita al que no fuimos, por la noche que no dormimos juntos, por las
croquetas de ajo, por tus abrazos, por los no-besos, por el vino
y los ferreros. Por tu misticismo, por mi obviedad. Por tu calidez, y
por lo adorable y odiable que puedes llegar a ser a la vez.